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1 día antes de las elecciones, 4 años después de las regionales, 4 años más… Coincidiendo con la exposición Mítines que Bruno Arbesú está realizando en LT nos parece oportuno plantear una jornada de reflexión y detenernos en otras consideraciones que desde el arte se han hecho de la democracia representativa, formal y su momento clave, las elecciones. Hace años que el arte se detiene atento a las estrategias de construcción por ejemplo Bertolt Brecht aplicó su saber profesional a develar la manera en que actores no profesionales utilizan las técnicas teatrales: cómo construía Hitler sus papeles, “los mensajes de los hombres de Estado, escribía hace más de medio siglo, no son arranques impulsivos y espontáneos”. Toda política está hecha con recursos teatrales. Pero es evidente que las “representaciones” formales de los mítines electorales o los carteles de los partidos que ejercían como icono simbólico del inicio de campaña y de la militancia de sus miembros actualmente son diseñados por agencias de publicidad y pegados por encargo: éste es quizás el síntoma más patente de la sustitución de la militancia y la participación social directa por acciones mercadotécnicas, por la semántica del espectáculo preelectoral, de los cálculos estadísticos.

Desde la mirada teatral, más que desde la del político “puro” podemos entender los discursos presidenciales ante un conflicto que no se puede resolver, las críticas que

 

 

diversos colectivos independientes realizamos a los poderes de la Comunidad de Madrid o las rebeliones verbales del ciudadano común. La razón de este sinsentido debemos buscarla, según Néstor García Canclini en “la estructura constitutiva de la articulación entre lo político y lo cultural en cualquier sociedad. Quizás el mayor interés para la política por tomar en cuenta la problemática simbólica no reside en la eficacia puntual de ciertos bienes o mensajes, sino en que los aspectos teatrales y rituales de lo social vuelven evidente lo que en cualquier interacción hay de oblicuo, simulado y diferido.”

Son tiempos de manifiesto, para detenernos a pensar que una política democratizadora es no sólo la que colectiviza los bienes “legítimos”, sino la que problematiza lo que debe entenderse por cultura y cuáles son los derechos de lo heterogéneo. Por eso una política es democrática tanto para construir espacios para el desarrollo colectivo como para suscitar las condiciones reflexivas, críticas, sensibles para que sea pensado lo que obstaculiza ese proceso, ese avance.

En el paisaje nublado por los ecos mediáticos tenemos ganas de dialogar, de detenernos en un espacio que es todo menos neutro (recordar que Liquidación Total está situado en pleno corazón de Malasaña tomado desde hace un mes por la policía municipal, nacional, antidisturbios…) y conversar.

 

 
 
 
MediaLab Madrid Ayuntamiento de Madrid, Área de Las Artes Liquidación Total descárgatelo