28 febrero - 1 abril



         
   
         
 

 

En la trayectoria de Javier Ayarza hay un elemento que dota de continuidad a las diferentes series que ha presentado en los últimos años, y éste es el interés por el territorio y por la huella. Podríamos decir que el suyo es un trabajo sobre las “marcas”.

La práctica artística de Javier Ayarza está enraizada en la lectura minuciosa de los trabajos sobre el territorio, que constituye una de las columnas vertebrales de la historia de la fotografía de las últimas décadas. Y precisamente es en la actualización de esa indagación topográfica donde se sitúa la propuesta de Ayarza.

Dicha actualización se desarrolla en una doble dirección. Por una parte, desarrolla su investigación en un territorio hasta ahora no registrado, como es el espacio interior de Castilla y León. La interpretación de una geografía escasamente poblada, con actividad económica limitada, escasas marcas de modernización (¿aculturación?), y donde predomina una iniciativa de marcado carácter individual poco encajable en dinámicas de planificación u homogeneización. Las señas que encontramos en estas imágenes son las de un espacio atemporal, un urbanismo básico e inacabado, donde la presencia del hombre, ausente físicamente, toma forma a través de sus huellas e intervenciones.

Pero la actualización “topográfica” que propone Javier Ayarza no se limita a desarrollar su indagación sobre un territorio no “registrado” hasta el momento; sino que además lo hace desde una estrategia creativa autónoma, que no imita modelos. Ayarza, en este trabajo, cruza la objetividad de toda una corriente desarrollada a partir de la escuela alemana (frialdad, distancia, ausencia de emotividad o emocionalidad,), con una aproximación que busca construir una “experiencia del territorio” sobre la base de acentuar la presencia de marcas y huellas que nos hablan de actividad, vida y sueños, si no paralizados, al menos ausentes.

  Knut Fierke desarrolla desde 1995 una colección de fotografías que debaten la función del género documental de la propia imagen fotográfica. Estamos acostumbrados a que este género ofrezca informaciones visuales sobre momentos especiales. Claramente los massmedias han construido y forzado esta opinión hacia algo más espectacular.

La vista documental de Knut Fierke se diferencia de esta vista espectacular. Su obra se enfoca en algo que se puede llamar periférico. No son momentos especiales en sus fotos, los solares fotografiados no son nada especial en un primer momento. Se encuentra calles vacías, casas desnudas, una luz tranquila que aparte de su función muestra formas. Pero tampoco queda muy claro si Fierke busca estas formas para hacer la composición de la foto. Comparando sus imágenes con las reglas clásicas de la composición se nota una nueva diferencia. Nada está centrado, la proporción áurea aparece malinterpretada. Sin embargo en las fotografías de Fierke se percibe la tranquilidad que nace de las relaciones de lo mostrado. Así, desarrolla imágenes sobre posibles redes de sentido, entre los objetos y en el espacio público. Fierke encuentra sus límites laborales en el límite entre lo visible y invisible preparando y produciendo relaciones artificiales.

         
         
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